domingo, 5 de junio de 2016

Intento inspirarme para escribir sobre ti, y no sé cómo hacerlo. Siento que podría escribir páginas y páginas enteras, y a la vez, que no sé qué palabra escoger la primera.
Porque cuando se trata de ti, siempre quiero decir tanto, y siempre consigo expresar tan poco.
Hace cuatro meses, hablé del amor. Del amor incondicional, profundo, y verdadero. Y dije que jamás podría llegar a sentir algo así.

Y veinte días después, te conocí. Te conocí realmente.
No sé si fue el karma, el destino, o la casualidad. No sé por qué de entre toda la gente, fue tu abrazo al despedirte el que me hizo mirarte dos veces. No sé por qué, escuché tu voz, y necesité volver a escucharla una y otra y otra vez más. No sé por qué, vi tu sonrisa, y decidí que esa era mi imagen favorita del mundo.

No sé por qué, dejé que entraras en mi vida, y arrasaras con todo como un tsunami. Y yo, que me había prometido no abrirme a nadie; que me había auto-convencido de estar sola, alejada de sentimientos que me pudiesen herir, te di una oportunidad. Te di una oportunidad desde el primer momento en el que realmente te vi. En el primer momento en que dirigí un solo pensamiento hacia ti, supe que ya estabas dentro de mi.

Y desde ese momento, solo quiero dártelo todo. Quiero darte cada beso, cada abrazo. Quiero darte cada primera vez, de todo, y que seas la primera y la última. Quiero darte mi vida entera, mi mundo, mi tiempo, todo. Quiero darte cada segundo, cada minuto, cada sonrisa y cada aliento, hasta el último.
Porque me has cambiado la vida. Me has hecho sentirme querida, deseada e importante. Me has hecho sentir que lo que tenemos es tan real que nada lo puede romper. Y yo no lo quiero romper.
Me has hecho decir que te amo, y se ha sentido tan bien. Porque nunca un sentimiento había estado tan bien como este. Y porque solo quiero seguir diciéndote eso cada día, para verte sonreír, para saber que tu sonrisa es por mi. Es lo único que necesito para ser feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario